Algún autor anónimo escribió:
“Algunos van a la iglesia y piensan en pescar,
Otros van a pescar y piensan en Dios.”
El Jesús del Evangelista Marcos es un Jesús siempre en movimiento. En la primera fase, este movimiento se sitúa en una región precisa, Galilea. Y aquí adquiere un relieve excepcional el lago, o mar, como se le llama comúnmente según el uso semita.
En las orillas del mar de Galilea, Marcos ambienta la escena de la llamada de los primeros cuatro discípulos.
El Jesús en movimiento es también un Jesús que pone en movimiento a las personas. La narración resulta esquemática, descarnada, desprovista de connotaciones psicológicas. Las informaciones se reducen a lo esencial: se trata de pescadores, que están haciendo su oficio.
A Marcos le importa el final. El presenta hechos, unos resultados, no lo que está pasando en la intimidad de las personas. Él recoge la decisión final, no los estadios intermedios. Su esquema de vocación es muy simple: llamada-respuesta.
En esta escena podemos fijar algunos elementos siempre válidos para la llamada de los discípulos:
MIRADA:
Para dirigirse a una persona, hace falta verla...
Se trata de una mirada que encandila a un individuo, una mirada que elige, escoge, lo saca fuera de la gente.
“Aquella es la persona que me interesa, que me importa para lo que llevo entre manos”.
En suma, que el encuentro comienza con el “ver” a la persona.
La mirada se hace mensaje, propuesta de comunión.
La mirada expresará una nota de afecto.
INICIATIVA:
En el judaísmo contemporáneo eran los discípulos los que buscaban, elegían al maestro. El rabino no llamaba para sí a los discípulos, sino que él era “llamado”, “elegido” por ellos.
Cristo, por el contrario, toma la iniciativa. La llamada viene de él, y sólo de él. Y la invitación es el signo de la absoluta gratuidad, de la no-motivación por parte del hombre.
La vida católica es respuesta a la manifestación de la gracia, no decisión autónoma.
Si me decido es porque he sido invitado en esta dirección por alguien que se ha decidido a favor mío.
El hombre puede ponerse en camino sólo después de que Dios haya comenzado a andar por los caminos del hombre.
No somos nosotros los que vamos a la búsqueda de Dios. Es Dios quien se pone a buscar al hombre.
El discípulo no conquista, no captura al maestro, sino que es conquistado, asido por él.
3. FE:
El discípulo se caracteriza por la fe, que es un “fiarse” de una persona, responder a su llamada.
Es aceptar vivir una aventura de la que no se calculan con precisión las dimensiones y los riesgos.
Cristo no presenta la lista detallada de sus exigencias.
Exige una adhesión decidida, incondicional.
Y el discípulo no pide explicaciones. Aquel maestro, más que dar explicaciones, señala tareas. Las explicaciones llegarán más tarde. Después que el discípulo haya “hecho”.
El significado de lo que ha sucedido, de lo que se ha vivido, se descubre únicamente cuando las cosas están hechas.
En Marcos se presenta la fe como el antídoto del miedo, del cálculo, de la prudencia humana, de la duda ante el compromiso.
4. DESPRENDIMIENTO:
La decisión se expresa por una separación: de las redes, de un oficio, de las cosas, de los lazos familiares.
La respuesta se traduce en una separación, en una renuncia, en un alejarse.
El acento no se pone tanto sobre el dejar cuanto sobre el seguir.
Discípulo no es alguien que ha abandonado algo. Es quien ha encontrado alguien.
La “pérdida” es compensada con creces por la ganancia.
El descubrimiento hace palidecer lo que se ha dejado atrás.
El discípulo, pues, es alguien, que sigue a Cristo, se pone en su compañía, establece una comunión de vida con él.
La palabra seguir es la que caracteriza al discípulo.
El discípulo no acepta una doctrina, sino un proyecto de vida.
No discute con el maestro. Lo sigue. Cristo llegará a ser conocido a medida que se camina tras él.
5. DEJARSE HACER:
“Haré que sean pescadores de hombres”. Conocen el oficio de pescadores de peces.
Ni siquiera saben lo que significa. Lo aprenderán ejercitándolo.
El último rasgo que caracteriza al discípulo es “dejarse hacer” por el Maestro. “Haré de vosotros...”.
Es difícil, por no decir imposible, encontrar un discípulo ya completamente hecho, perfecto, “en la meta”. Discípulo es simplemente aquél que se está haciendo.